lunes, 17 de septiembre de 2018

TOC, TOC, ¿Quién es?


Hace aproximadamente 3 años me diagnosticaron el famoso trastorno obsesivo compulsivo, también conocido como TOC, del cual llevo apenas un año curado. Aunque sinceramente creo que nunca dejaré de padecer de vez en cuando algunos de sus síntomas.

Los síntomas que mostraba estaban claros: preocupación, ansiedad, pensamientos nocivos repetitivos, perfeccionismo exagerado y obsesión por algo en concreto; en mi caso, la imagen. 
Solía mirarme en cada espejo de mi casa -hay 6- antes de salir. Incluso también lo hacía a través de la cámara interna del móvil. Era una obsesión desmesurada por gustarme. Y casi nunca lo conseguía.
Pensaba equivocadamente que los demás me valorarían única y exclusivamente por mi imagen.

Creo que mi trastorno fue una consecuencia de arrastrar durante muchos años cual bola de nieve las inseguridades generadas por culpa del bullying, de mis complejos, de mi enfermedad rara (por suerte, es sólo estética), de mis fracasos en los estudios, y por mi sentimiento de culpabilidad por creer haber defraudado a mi familia y a mis amigos. 


Pero hoy ya puedo decir bien alto y orgulloso que mis trastornos no me definen. 
Yo decido quién soy y quién voy a ser mañana.


Durante un tiempo estuve equivocado y mi mente bloqueada. Pero con el paso del tiempo y una larga lucha por salir del pozo de las amarguras conseguí vencer a mi mayor miedo: no ser capaz de quererme.

Ahora creo como nunca creí en mi potencial; y ya no necesito a nadie, excepto yo mismo, que me diga cuanto valgo.

Porque me propuse encontrar trabajo, y lo conseguí.
Porque me propuse echarme mi primera novia, y la encontré.
Porque me propuse sacarme un ciclo superior, y lo aprobé notablemente. 
Porque me propuse encontrar una profesión, y encontré una vocación.
Porque me propuse perder 10 kgs. y perdí 11.
Porque me propuse ser el mejor del partido, y marqué 5 goles.
Porque me propuse inspirar a mis seres queridos, y seguiré haciéndolo hasta que me muera.


Porque soy el puto amo.






viernes, 14 de septiembre de 2018

La paciencia sin pasión es un sufrimiento


En un intervalo de dos semanas he podido ver dos vertientes muy distintas de los resultados de practicar o no la paciencia. Esto me ha hecho darme cuenta de que la paciencia no sirve de nada si no la estás practicando en un ámbito que te apasiona. A continuación me explico.

Por una parte, hace un fin de semana estuve en mi pueblo, que está en plena montaña, y pude desconectar del estrés urbano gracias a la paz que me otorga la naturaleza. Allí voy desde que era un bebé, y ahora tengo casi 25 años.

Desde que tengo uso de razón mi familia y yo casi siempre que hemos subido al pueblo hemos ido a hacer rutas 4x4 por una Reserva natural conocida como Boumort. He calculado que habré ido unas 30 veces.

El Boumort es un lugar precioso para los amantes de la naturaleza, porque está lleno de verdes bosques densos repletos de majestuosos árboles, altas montañas escarpadas de más de 2000 metros, flores, plantas, setas y arbustos de montaña; y lógicamente animales salvajes, sobre todo ciervos y buitres. 
Yo soy una persona muy observadora y me encanta fijarme en los pequeños detalles. En este caso, siempre que hemos estado allí me he fijado especialmente en todos los árboles deshojados cercanos al camino, los cuales destacan entre el resto de árboles, siempre con el fin de ver un pájaro grande posado en él para poderle sacar una foto preciosa. Pues bien, en las 30 veces que he estado buscando esa foto, nunca había conseguido hacerla, hasta el fin de semana pasado. (Hay que tener en cuenta que el recorrido total en coche es de unas 3-4h aproximadamente y no paras de ver árboles, por tanto el ejercicio de paciencia es notable). 

Para suerte la nuestra y sobre todo la mía, un buitre gigante estaba descansando tranquilamente, completamente quieto, a apenas 20 metros de nuestro coche. Después de 25 años de espera, saqué mi móvil y le saqué unas 50 fotos. ¡¡¡Una de ellas fue en el mismo instante que abrió sus imponentes alas y saltó del árbol para alzar su vuelo!!!. Fue mágico. La espera valió sin duda la pena, porque durante ese día fui el hombre más feliz del mundo.

Esta es la cara bonita de la paciencia. Ahora viene la mala.


Llevo 5 meses trabajando en algo muy parecido a telemarketing y estoy cansado de dar el 100% y demostrarle al jefe todo lo que puedo aportar sin recibir recompensa alguna de su parte. 

La cuestión es que nada más empezar me di cuenta de que era muy bueno en este trabajo y mi jefe también se dio cuenta enseguida. De hecho, conseguí aumentar las horas de trabajo semanales, hacerme fijo y tener comisiones. Pero yo soy una persona muy exigente y me gusta que mi exigencia se vea recompensada. Y no sólo me refiero al dinero, sino también al hecho de que ha llegado un punto en el que necesito tareas de más responsabilidad. Para ello, me propuse ser paciente y ser el mejor. Pero me he dado cuenta de que el cambio lo necesito cuanto antes, porque sinceramente, hacer llamadas no me apasiona, sino que más bien es algo que me está quemando poco a poco.

Por tanto, mi paciencia se ha visto mermada en apenas unos meses por el hecho de que este trabajo no me apasiona, a diferencia de ir a la montaña.


Conclusión: 

<<Haz lo que te apasione y espera el tiempo que haga falta para conseguir tus sueños. 
Vale mucho la pena. Pero si haces algo por obligación y además te aburre, intenta que te sea lo más leve posible, porque cuanto más tardes en paliar el dolor más sufrirás.>>