Hace aproximadamente 3 años me diagnosticaron el famoso trastorno obsesivo compulsivo, también conocido como TOC, del cual llevo apenas un año curado. Aunque sinceramente creo que nunca dejaré de padecer de vez en cuando algunos de sus síntomas.
Los síntomas que mostraba estaban claros: preocupación, ansiedad, pensamientos nocivos repetitivos, perfeccionismo exagerado y obsesión por algo en concreto; en mi caso, la imagen.
Solía mirarme en cada espejo de mi casa -hay 6- antes de salir. Incluso también lo hacía a través de la cámara interna del móvil. Era una obsesión desmesurada por gustarme. Y casi nunca lo conseguía.
Pensaba equivocadamente que los demás me valorarían única y exclusivamente por mi imagen.
Creo que mi trastorno fue una consecuencia de arrastrar durante muchos años cual bola de nieve las inseguridades generadas por culpa del bullying, de mis complejos, de mi enfermedad rara (por suerte, es sólo estética), de mis fracasos en los estudios, y por mi sentimiento de culpabilidad por creer haber defraudado a mi familia y a mis amigos.
Pero hoy ya puedo decir bien alto y orgulloso que mis trastornos no me definen.
Yo decido quién soy y quién voy a ser mañana.
Durante un tiempo estuve equivocado y mi mente bloqueada. Pero con el paso del tiempo y una larga lucha por salir del pozo de las amarguras conseguí vencer a mi mayor miedo: no ser capaz de quererme.
Ahora creo como nunca creí en mi potencial; y ya no necesito a nadie, excepto yo mismo, que me diga cuanto valgo.
Porque me propuse encontrar trabajo, y lo conseguí.
Porque me propuse echarme mi primera novia, y la encontré.
Porque me propuse sacarme un ciclo superior, y lo aprobé notablemente.
Porque me propuse encontrar una profesión, y encontré una vocación.
Porque me propuse perder 10 kgs. y perdí 11.
Porque me propuse ser el mejor del partido, y marqué 5 goles.
Porque me propuse inspirar a mis seres queridos, y seguiré haciéndolo hasta que me muera.
Porque soy el puto amo.