sábado, 31 de agosto de 2019

Verano 2019. El sur es otro rollo


11 días, 3 amigos, un Mercedes 180 rojo, diesel y automático (precioso), y muchos kilometros por delante. 3300 km. dan para mucho.

Del Prat a Cunit. De Cunit a Alicante. De Alicante a Málaga. De Málaga a Torremolinos. De Torremolinos a Iznalloz. De Iznalloz a Granada. De Granada a Almería. De Almería a Aguadulce. De Aguadulce a Cabo de Gata. De Cabo de Gata a Mojacar. De Mojacar a Peñíscola. Y de Peñíscola a Barcelona.

A una media de 15.000 pasos al día visitamos pueblos y ciudades con un encanto especial, y conocimos a personas que siempre recordaré.

Recorrimos los tres juntos calles de todos los tamaños y colores en ambientes festivos -no se nos escapaba ningún detalle de las mismas. Alquilábamos hoteles a última hora a través de Booking desde estaciones de servicio y gasolineras, mientras nos fumábamos un cigarro, saboreábamos tapas de todos los sabores, contábamos anécdotas, y respondíamos mensajes de Instagram.
Pese a haber cometido un par de errores a la hora de elegir apartamentos, el viaje resultó ser una experiencia única para los tres. En mi caso, ha supuesto un antes y un después.

Nunca me olvidaré de aquel precioso piso en Alicante, aquella simpatiquísima "reclutadora" de Elche (así es como llama mi colega Gabri a quienes te invitan a tomarte una copa en un pub), aquella fatídica primera noche en Málaga que nos obligó a dar vueltas sin rumbo cual zombies por la ciudad hasta las 6:30 am, aquel desayuno en el Bar Naranjito lleno de mosquitos de Torremolinos, aquellos abuelos practicando running antes de ver salir el sol (algunos de ellos, más fuertes que tú y que yo, parecía que se estaban preparando para el Ironman Torremolinos), aquel Sol..., aquella mini-siesta en la playa, aquel vino dulce y peleón llamado Cartojal... Bendito Cartojal! Tampoco olvidaré aquellas dos noches en el recinto ferial de Málaga durante la Feria, aquellos cigarros que nos servían para entablar conversación con gente borracha pero majísima. Marta y Andrea. Aquel pisazo en Málaga, uno de los más antiguos de la ciudad, menuda ganga, menuda suerte! Ni de aquella clase magistral de plancha, ni aquel yate de Roberto Cavalli que lucía precioso a la luz de la luna, o aquel viaje al pueblo de mi colega, Iznalloz -los paisajes de Granada son impresionantes: montañas, bosques, campos verdes, y Sierra Nevada de fondo-. La amabilidad de la familia de David (muchas gracias por todo, eternamente agradecido). Aquellas dos noches de fiesta en la feria del pueblo que le daban mil vueltas a la noche de Barcelona, aquellos bares cuyos camareros podían ganar el Premio a la persona más simpática del mundo. Aquel histórico, multi-cultural, y bohemio barrio llamado Albahicín, que me hizo recordar a mi querido barrio de Gracia. Aquel tour por la majestuosa Alhambra, aquel crack de guía, Álvaro. Aquellas fotos en el palacio de Carlos V y aquella Alhambra en la Alhambra. Aquella ciudad, Almería, la cual pensábamos que sería un mero parón en nuestra aventura, pero que nos hizo conocer a dos camareras profesionales, simpáticas y tan encantadoras como la copa de un pino, Patri y Laura. Aquel día entero junto a ellas en la playa, en la piscina, en aquel bar que parecía Tailandia, aquella pizza de 1M, aquel juego y aquellas caladas a aquel porro. Aquel gato que parecía Garfield. Aquel Cabo de Gata con aquella chica instagramer que se coló sin importarle la tranquilidad de los flamengos. Bitch. Aquellas playas kilometricas y aquel socorrista cuyo padre también tiene un Mercedes. Aquella noche en Mojacar. Alice. Aquellos madrileños y aquellas madrileñas. Aquel largo viaje hacia nuestro último destino: Peñíscola. Aquella escalada al castillo, aquel Chiringuito de Pepe... Aquel último día en el que los tres recordábamos todo lo escrito anteriormente.

El sur es otro rollo. Sus tapas, sus gentes, sus paisajes, sus pueblos y sus ciudades. Merecen un monumento, o más de los que ya tienen. Tan solo he ido de vacaciones 11 días, pero quizá algún día vuelva para quedarme. Quién sabe... Lo único que ahora sé es que parte de mi corazón se ha quedado allí, en Andalucía, tierra llena de luz, de color, de simpatía y de alegría.

Volveremos.

viernes, 16 de agosto de 2019

Convierte la mierda en combustible


El otro día vi una publicación en Linkedin en la que una chica comercial, como yo, preguntaba a sus contactos: "¿Cuál es el mayor consejo para el trabajo que os han dado nunca?". Decidí participar.

Respondí al post haciendo alusión al consejo que me dio mi padre, también comercial y por más de 30 años, el cual es el siguiente:

"Guarda tus records de facturación para recordarte de lo que eres capaz cuando más dudes de ti mismo y lo necesites."

Buen consejo, funciona. Pero este es un ejemplo que te he puesto para hablar de lo siguiente.

Es muy importante trabajar en la confianza en uno mismo y en el amor propio, porque esto te abrirá muchísimas puertas en la vida. Una de ellas es tu propia mente, que al mismo tiempo es tu activo más importante. 
Pero todos sabemos que la confianza hay veces que se ve nublada por épocas malas donde aparece la tristeza, la desolación, la desesperación, el estrés, la ansiedad, el pesimismo...

Yo también he tenido épocas donde era pesimista, viendo siempre el vaso medio vacío y sintiéndome sumergido en la mierda. Pero si tienes fe, eres paciente, y no te rindes, llega un momento en que, la vida (casi por arte de magia y a menudo cuando menos te lo esperas) te ofrece una oportunidad y tienes que aprovecharla. Entonces, cuando llegue ese momento y con humildad des lo mejor de ti cada día, una cosa te llevará a la otra hasta llegar donde siempre habías querido estar.
Será en ese momento cuando experiencies en tu propia carne el éxito más puro y te des cuenta de lo siguiente:

"En la vida, para triunfar primero hay que fracasar y ser capaz de aprender a convertir la mierda en estiércol, y el estiércol en combustible para tirar hacia adelante."