domingo, 2 de diciembre de 2018

Fe y paciencia. El deporte como ejemplo


De nuevo la vida me da una lección.

Llevaba unas semanas que no estaba siendo yo mismo en plenitud: con el paso de los días estaba perdiendo la paciencia y la pasión hacia algunos de mis proyectos a largo plazo, tampoco estaba teniendo una charla interna positiva, e incluso en ocasiones permitía que la tristeza y la melancolía se apoderaran fuertemente de mi. Lógicamente, todos sabemos que este tipo de situaciones prolongadas en el tiempo derivan en un estado de falta de confianza en uno mismo, cosa que nadie desea. Mi caso no era distinto, así que necesitaba recuperar la motivación y el ímpetu con respecto a mis objetivos, algo que siempre me ha caracterizado.

¿Y qué es lo que me hizo recuperar el camino correcto? 

Abrazar de nuevo la fe en mi mismo y la paciencia.

A continuación, me explico.

Cada viernes juego a fútbol sala con mis amigos en una liga bastante competida y debido a mi mermada confianza no estaba jugando ni como debía ni como quería, lo cual me hacía sentir doblemente responsable de las derrotas y de los empates. Tenía que hacer algo cuanto antes.

Entonces, el viernes pasado nos tocó jugar contra los segundos; y lógicamente yendo nosotros terceros necesitábamos ganar sí o sí para superarles en la clasificación y seguir cerca de los líderes. Asimismo, teníamos bajas importantes, lo cual hizo darme cuenta de que tenía una oportunidad única para redimirme de mi mal juego en los últimos partidos y sobre todo para recuperar la actitud correcta que había abandonado hacía semanas.

Pues bien, me preparé para el partido como si de una batalla de guerra se tratara, alimentando la fe en mi mismo como nunca antes había hecho. Aquello ya no era un simple partido de fútbol sala, era una oportunidad para reencontrarme con mi verdadero yo. Durante todo ese día no solo me recordé a mi mismo modo mantra cuan importante era ese partido para el equipo y especialmente para mi, sino que de camino a quedar con un amigo mío para dirigirnos hacia el pabellón seleccioné escuchar aquellas canciones que antaño me habían animado para afrontar situaciones complejas en mi vida, como por ejemplo: Better Now, de Post Malone o Till I Collapse, del gran Eminem.

Quizá parezca una tontería, pero el hecho de haber estado todo el día pensando sobre la importancia del partido y haber escuchado parte de la banda sonora de mi vida me sirvió para entrar en un estado de compromiso parecido al que tiene un monje al rezar sus oraciones o un vikingo a la hora de luchar en una batalla. Como consecuencia, realicé un partido impresionante:

Ganamos 2-1: marqué el primer gol, asistí en el segundo; peleé todos los balones como si fueran la última jugada del partido, y además pude hacer los regates y los movimientos que quise hacer en todo momento. Y no solo esto, sino que al llegar a casa tras el partido pude contarle a mis padres cómo había ido, y lo más bonito es que de lo alegre y feliz que estaba por lo sucedido ¡hasta me puse a bailar! La verdad es que hacía tiempo que no me sentía tan realizado y orgulloso de mi mismo.

Esta pequeña historia sobre mi que te acabo de contar es para mi una lección aprendida que sumo a mi experiencia de vida. De ella destaco la importancia tanto de la fe en uno mismo como de la paciencia.
Por una parte destaco la fe porque esta te hace sacar fuerzas imperturbables de dentro de ti mismo cuando nada ni nadie más puede dártelas. Y por otra, destaco la paciencia porque esta es sin duda la mayor de las virtudes: tu momento llegará tarde o temprano siempre y cuando cultives la fe en ti mismo durante el transcurso del camino.